En el pasado, los médicos poseían una capacidad de observación clínica no menospreciada por la facilidad de obtener datos de laboratorio. Fue esa capacidad de observar la que permitió a médicos como Lind o Goldberger ya en el siglo XVIII demostrar que los cítricos curaban el escorbuto o que el comer cereales completos o carne curaba la pelagra, todo ello a pesar de que las vitaminas C y B no fueran aisladas hasta el siglo XX.

En la actualidad, los estados carenciales son diferentes a los de antaño, no son graves pero suelen ser múltiples y difíciles de diagnosticar. La mayor parte de estas deficiencias no suelen evidenciarse en los análisis de sangre rutinarios y los síntomas clínicos suelen ser inespecíficos y podrían manifestarse solo al final de muchos años de deficiencia en forma de....enfermedad crónica de causa desconocida.

Además, hoy en día las investigaciones que realizan los laboratorios públicos y los asociados a la industria agroalimentaria son las que marcan el rumbo del pensamiento científico. La observación clínica o epidemiológica de médicos y epidemiólogos no tienen la repercusión necesaria para justificar avances de impacto general.

Actualmente a muchos nutricionistas le interesa más la composición química de los alimentos, el papel desempeñado por cada nutriente en el ser vivo que la calidad global de nuestra alimentación. Los alimentos tradicionales se están abandonando y son sustituidos cada vez más por alimentos empaquetados llenos de ingredientes supuestamente saludables y de alto poder nutritivo pero que no existían en la despensa de nuestras abuelas. Sin embargo, como menciona el periodista de investigación americano Michael Pollan, autor de "El dilema del omnívoro" (2011) o "En defensa de la comida" (2008), el valor nutritivo de un alimento natural (no procesado) supera siempre la suma del valor nutritivo de los micro y macronutrientes que lo componen.

A pesar de nuestra comprensión de la bioquímica humana, no disponemos de buenos biomarcadores que nos indiquen relaciones entre enfermedades y deficiencias o que nos permitan demostrar la eficacia de una suplementación en un ensayo clínico. En realidad, ni siquiera disponemos de valores normales de la mayoría de micronutrientes a excepción de las reservas de hierro, la vitamina D y B o el yodo. Finalmente, es posible que un estudio clínico randomizado a doble ciego contra placebo, el estudio esencial de la Medicina Basada en la Evidencia no sea el más adecuado para demostrar la eficacia de un nutriente.

A pesar de todos estos inconvenientes, los estudios epidemiológicos desde hace años nos señalan un vínculo entre nuestra dieta y las enfermedades que padecemos. Veamos algunos ejemplos:

En los años 50, dos grandes estudios epidemiológicos confirman una relación entre el estilo de vida y la frecuencia de enfermedades cardiovasculares: el primero es el "Estudio de 7 países" mencionado anteriormente, y el segundo es el " Estudio Framingham".

En la misma década se inicia Estados Unidos el estudio epidemiológico "NHANES" (National Health and Nutrition Examination Survey - Encuesta Nacional de Examen de Salud y Nutrición). Este estudio recopila datos de entrevistas sobre el estado de salud de niños y adultos, exámenes físicos, análisis periódicos de sangre. Las encuestas nos revelan información sobre la prevalencia de las enfermedades o los factores de riesgo en la población y nos confirma estadísticamente lo que se observa desde hace años: un aumento en el número de enfermedades metabólicas (ex. obesidad, diabetes) en la población adulta, adolescente e infantil americana!

En 1992 se inicia el estudio EPIC en Europa (The European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition). El estudio, uno de los más grandes estudios de cohorte del mundo! entrevista a más de medio millón participantes de 10 países europeos durante 7 años. Las muestras de sangre de los participantes forman uno de los biobancos más grandes del mundo dedicados al estudio bioquímico, genético y epidemiológico del cáncer y de otras enfermedades crónicas. El estudio EPIC reveló por ejemplo, que el riesgo de cáncer colorrectal aumenta con el consumo de carne roja o procesada pero disminuye al consumir de pescado. http://epic.iarc.fr/

Otro estudio europeo, iniciado en 1988, el EURONUT-SENECA (European study of nutrition and health in the elderly) analiza la nutrición y el estado de salud de las personas de edad avanzada en Europa. Los resultados indican que nuestros mayores ingieren cantidades insuficientes de calcio y de ciertas vitaminas, especialmente las vitaminas A, B1, B6

Los estudios de intervención (ensayos clínicos) utilizando dietas específicas o ciertas suplementaciones demuestran que una dieta rica en frutas, verduras y productos lácteos bajos en grasas mejora la hipertensión arterial (estudio DASH "Dietary Approaches to Stop Hypertension" en español "Enfoques Dietéticos para Detener la hipertensión "). En el caso de la degeneración macular asociada a la edad, el estudio AREDS (Age-Related Eye Disease Study) revela un efecto benéfico de la suplementación en ciertos de antioxidante y en acidos grasos Oméga-3.

Desgraciadamente no todos los ensayos clínicos en nutrición nos proporcionan resultados satisfactorios en cuanto a protección cardiovascular o antitumoral. Este es el caso del estudio francés SU.VI.MAX (SUplementación de VItaminas, Minerales y Antioxidantes) que comienza en 1994, los antioxidantes utilizados en este ensayo clínico muestran un ligero efecto protector contra el cáncer pero sólo en los hombres. A este estudio le debemos la famosa y acertada recomendación de "Comer por lo menos 5 frutas y verduras al día".

Gracias a los estudios epidemiológicos hemos aceptado que el dejar de fumar, el control del sobrepeso y de la presión arterial o el consumo de verduras reduce nuestro riesgo cardiovascular. Todo un contraste cuando lo comparamos a la reducción farmacológica de nuestro nivel de colesterol!. La mayoría de estudios realizados en la actualidad no consiguen demostrar de forma convincente una relación entre los niveles de colesterol en sangre y el grado de aterosclerosis de nuestras arterias!. Reducir nuestro nivel de colesterol no basta para reducir nuestro riesgo de mortalidad cardiovascular!

Para concluir, hemos de ser conscientes que la reducción de nuestro riesgo cardiovascular implica una multitud de variables, y una de ellas es nuestra alimentación. Debemos intentar alimentarnos de la forma más saludable posible para mantenernos sanos el mayor tiempo posible!.

Maria Sol Rodriguez Pena, MD, PhD. Médico generalista. Especialista en Analisis Clínicos. Nutriterapeuta.
Marc D. de Smet, MD, CM, PhD, FMH. Cirujano oftalmólogo